Aquel año el día de la Comunidad de Madrid cayó en Jueves, lo que a efectos prácticos significaba que Sofía y yo disponíamos de cinco días para hacernos una buena escapada a una casa rural. Sin pensarlo dos veces realizamos una búsqueda rápida por internet y nos fuimos a un casa de la sierra de Gualajara. La casa era pequeñita, un dormitorio, salón, baño y cocina, y un pequeño patio con una pequeña piscina portátil. Llegamos el miércoles por la mañana a la casa rural, y a Sofía le sorprendió la limpieza de todo el establecimiento y lo nuevo y bien cuidado que estaba todo. Como el tiempo acompañaba pensé que sería adecuado explorar el entorno, propuesta que no fue muy del agrado de Sofia que prefería tomar el sol en el pequeño patio de la casa. Yo como no suelo cambiar fácilmente de parecer, agarre las zapatillas de deporte y me fui a recorrer un sendero típico de la zona que me habían recomendado en un foro de internet. Por su parte Sofía se había ido a cambiar para tomar el sol. Sin duda ella tampoco es de las que cambia de opinión fácilmente. Antes de marcharme, vi como Sofía se había puesto un tanga rosa que le queda perfecto, al verla le sugerí que ya que el patio estaba cerrado y no había posibilidad de fisgones, si le apetecía podía tomar el sol completamente desnuda, y así evitar la dichosas marcas blancas de los tangas, que para nada eran del agrado de Sofía, auque la verdad sea dicha a mi no me parecían mal, daban un toque exótico al cuerpo de Sofía. Mi propuesta fue acogida con satisfacción por Sofía, que en cuestión de segundos se despojo del tanga rosa, que dejó en cima de la mesa del salón. A mí regreso, comimos y pasamos el día desnudos por toda la casa, cosa que me excitaba sobremanera, pues para mí era una novedad, no somos nudistas, aunque respetamos el actuar y la forma de pensar de cada cual. Después de cenar, sonó mi móvil. Era mi hermano Ángel. Me dijo que estaba tan estresado por el trabajo que su psicólogo le había recomendado un par de días de descanso para relajar tensiones, pero que debido a las prisas no había podido reservar en ningún sitio decente, solo quedaban, o bien los sitios más exclusivos y caros, o bien los sitios más cutres y sucios. Me pidió que si podía pasar el resto de la semana con nosotros en la casa rural, a fin de cuentas iría solo, ya que Rosa, su mujer, debía quedarse en Madrid, pues tenía un compromiso social inaplazable. Por supuesto, le dije que podía alojarse con nosotros. Por un hermano se hace lo que sea necesario. Así que le di las señas y quedamos en que nos veríamos por la mañana. Esa noche, Sofía y yo estuvimos haciendo el amor de forma frenética pues los días venideros y con la presencia de mi hermano, no íbamos a poder disfrutar como de costumbre. A la mañana siguiente antes de que llegara Ángel, decidí continuar la ruta que había iniciado el día anterior y que no pude acabar, Sofía por su parte se fue a la piscina. Casi a la hora de comer llegó mi hermano. Como suele ser normal en este tipo de complejos turísticos, no existen timbres como los de los sitios urbanos, sino que son llamadores antiguos que golpean de forma estridente las puertas. Consecuencia de ello, Sofía no oyó las llamadas de mi hermano. Mi hermano pensó que no había nadie. Por lo que decidió saltar la pequeña tapia que delimitaba el patio de la casa para así desde dentro abrir la puerta y guardar el equipaje. Al dar el impulso para encaramarse a la tapia contemplo el culo de Sofía tumbada sobre la tumbona. Parecía dormida. La primera reacción de mi hermano fue seguir insistiendo en sus llamadas hasta que alguien le abriera. Después pensó que los mejor era saltar la tapia y decir que encontró la puesta abierta y por eso pudo entrar. Ángel saltó la tapia sin dificultad haciendo el menor ruido posible. A pesar de la cautela de mi hermano, el poco ruido que hizó perturbó el sueño de Sofía, que sin llegar a despertar, se giró y se puso boca arriba, dejando a la vista su frondoso vello púbico y su coño entreabierto, ante la mirada lasciva de mi hermano, que no daba crédito a lo que le estaba pasando. Tan ensimismado estaba mi hermano, que tropezón con una silla de plástico blanco típica de jardín, haciendo tanto ruido que Sofía despertó. Sofía ruborizada, y sin saber que decir, cogió el tanga que tenía a pocos centímetros de la hamaca y se lo puso instantáneamente. ¿Cómo has entrado? – preguntó Sofía toda colorada. No te esperábamos tan pronto. Disculpa el recibimiento, me he quedado dormida y... No te preocupes, estoy acostumbrado a ver las partes íntimas de las mujeres, pues como sabes soy ginecólogo de profesión-añadió mi hermano. Respecto a como he entrado, es bien simple, encontré la puerta abierta. Tu hermano salió a hacer senderismo y debió dejarla abierta. Ya sabes lo despiste que tiene. Al rato, volví a la casa rural, y encontre a mi hermano en el patio con Sofía tomando una cerveza mientras me esperaban. Sofía como es habitual, estaba en top-less. La verdad es que tanto Sofía como Rosa, mi cuñada, lo practican incluso cuando hay alguien de la familia. Después de la comida, tanto mi hermano como yo nos pusimos nuestro bañador y estuvimos en el patio hasta que cayó la noche. La verdad es que fue una tarde muy placentera, sobre todo por la cara mi hermano que no dejaba de contemplar las hermosos pezones de Sofía que se balanceaban cada vez que daba un sorbo a su bebida. Ya entrada la madrugada, nos fuimos a dormir, y al despedirnos nos besamos, como es costumbre en nuestra familia. Noté que cuando mi hermano besó a Sofía, rozó uno de sus pezones, que en segundos adquirió un tamaño considerable. Cuando Sofía se quitó el tanga, y sin que se diera cuenta, pude ver lo mojadita que había dejado la prenda con su aromático jugo blanco..... CONSULTA MI BLOG EN ESTA PÁGINA DONDE PUBLICO ALGUNOS DE ELLOS. OTROS LOS ENVÍO POR EMAIL A QUIEN ME LOS PIDE.